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Sinopsis
El Mégano (1955) es un docudrama de cortometraje que presenta un pueblo de mineros del carbón al sur de La Habana antes de la revolución. La primera mitad se centra en las rutinas de estos trabajadores, mientras que la segunda retrata un enfrentamiento dramático entre los hombres y los terratenientes.
En la mayoría de los países de América Latina, la influencia europea en la zona política, así como en el mundo cinematográfico, se estaba extendiendo. El neorrealismo italiano fue muy popular en todos los clubes de cine en América Latina, pero no existe una vía más clara que la de Cuba, especialmente si observamos las carreras de sus colaboradores más prolíficos, Julio García Espinosa y Tomas Gutiérrez Alea. Gutiérrez Alea dirigió el primer largometraje narrativo para el ICAIC, Historias de la Revolución, y luego dirigió clásicos como Memorias del Subdesarrollo y Fresas y Chocolate, nominada al Oscar.
Mientras tanto, García Espinosa realizó el clásico al estilo Fellini, Las Aventuras de Juan Quin, que parodiaba los estilos cinematográficos del pasado y fue en su momento la película cubana más exitosa de la historia. Un símbolo del Nuevo Cine Cubano, incluso fue director del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. Estos dos pioneros del cine cubano empezaron en Italia. En la década del 50, viajaron a Roma y se inscribieron en un curso en el Centro Sperimentale di Cinematografía que, en ese momento, era un semillero de cine neorrealista y su teoría. Allí tuvieron acceso a una biblioteca de películas impresionante, un nuevo género para estudiar, e incluso conocieron al propio Vittorio De Sica.

El Mégano se realizó poco después de su regreso, cuando Cuba estaba preparada para un retrato neorrealista. La Cuba prerrevolucionaria era una sociedad marcada por las profundas desigualdades. En el campo, los cortadores de caña estacionales estaban prácticamente desempleados 8 meses al año. Los empresarios y mafiosos estadounidenses abrieron clubes, playas y hoteles privados que estaban cerrados a la población negra de la isla. Los problemas sociales del país fueron aumentados por el hecho de que, desde que lograron la independencia en 1902, no habían tenido un gobierno estable. Las protestas y rebeliones de 1933, motivadas por la necesidad de una democracia libre y justa, sólo dieron lugar al ascenso al poder del general Fulgencio Batista. El gobierno fue corrupto durante todo su reinado, pero alcanzó nuevas alturas en 1952, cuando Batista encabezó un golpe de estado tras su pérdida electoral. Destruyó cualquier atisbo de democracia en la isla y, como dice el escritor Carlos Alberto Montaner, “abrió la caja de Pandora… Las instituciones ya no importaban”.
Con esta mezcla de miseria cotidiana y los dramáticos cambios políticos que se estaban produciendo en el país, la estructura de El Mégano tenía que reflejar esto. La primera mitad de la película funciona como un documental sencillo. Los directores describen la extracción de la madera del río, su transporte a los hornos de carbón, la quema de la madera, así como las barracas en las que viven los trabajadores. Se presenta como una pieza imparcial y contemplativa sobre la vida cotidiana de estos trabajadores. No están allí para promover una agenda, sino simplemente para documentar las rutinas de estas personas. Lleva el sello del neorrealismo en su descripción de la realidad cotidiana, de la pobreza entre las clases desfavorecidas, y su uso de actores no profesionales, así como de diálogos escasos.

En la segunda parte de la película vemos cómo se infiltran la ideología de estos hombres. Lo que comienza como una simple documentación se convierte en una lucha dramática. La dura rutina de estos trabajadores es interrumpida por figuras poderosas que pasan en barcos. El primero de estos visitantes no deseados es el terrateniente. Al llegar, los realizadores abandonan el tono naturalista y comienza a sonar una música dramática y de suspenso. Su entrada es similar a la de un cocodrilo o cualquier criatura no deseada. Sólo existen como seres peligrosos con sed de sangre.
El otro visitante indeseado que aparece en la ciénaga parece más benigno, pero en realidad es igualmente dañino: el turista burgués. Cuando pasan remando por la ciénaga, parecen simpáticos y bien vestidos. Sonríen, toman fotos de los campesinos y se van. La cámara se detiene en la campesina a la que saludan. Ella parece feliz de devolverles el saludo, pero cuando se van, lentamente empieza a fruncir el ceño. Se siente aprovechada por la breve interacción y el flash de su cámara le parece invasivo. Vemos a estos turistas burgueses por última vez, después de que los trabajadores se hayan rebelado contra los terratenientes. En medio de toda esta agitación, los turistas burgueses vuelven, sonríen y se toman otra foto. Estas interacciones son probablemente las más importantes y radicales de la película. Puede que tengan buenas intenciones, pero estos turistas son extremadamente explotativos. Y puede que se crean inteligentes, pero son totalmente ignorantes a la caída de su propia sociedad.
Teniendo esto en cuenta, así como el hecho de que los terratenientes compran posteriormente a los trabajadores, se podría pensar que los directores sienten que todo está perdido para Cuba. Sin embargo, todavía hay un ambiente de esperanza en la película, específicamente en cómo ven a la próxima generación. A lo largo de la película, aparece una joven que hace que los trabajadores recuerden para qué viven. En medio de su rutina, entra a bailar y cantar, conectándolos con su cultura guajira tradicional. Incluso cuando los trabajadores son sobornados, ella aparece de nuevo, casi como sus conciencias. El futuro obliga a estos trabajadores a hacer lo correcto. La siguiente imagen, después de ver a esta niña, muestra al líder de la rebelión agarrando la hoja de crédito inútil y acercándose a su rostro desafiante. La lucha está lejos de terminar.

Éste era un mensaje poderoso y peligroso para Cuba. Poco después de ser proyectada en la Universidad de La Habana, la película atrajo la atención del Servicio de Inteligencia Militar del gobierno de Batista. La película fue confiscada por los militares y García Espinosa fue detenido y obligado a entregar la película antes de 24 horas. Puede que El Mégano no sea tan conocida como las películas cubanas posrevolucionarias, pero sin duda es igual de importante. A través de su mezcla de géneros y su propaganda punzante, Gutiérrez Alea y García Espinosa crearon el modelo político del cine cubano.
3 responses to “El Mégano: El Modelo Político del Cine Cubano”
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[…] mi último artículo sobre El Mégano, conté la historia de dos grandes cineastas cubanos que fueron a Italia a aprender el arte del […]
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[…] hablé anteriormente del director Julio García Espinosa en mi blog sobre El Mégano, el modelo de cine revolucionario cubano de 1955 que co-dirigió con el legendario cineasta Tomás […]
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