Reina y Rey: Una Historia Sencilla en el Periodo Especial

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Sinopsis

Reina y Rey (1994) sigue a una anciana solitaria en Cuba cuyo único compañero es su pequeño perro negro, Rey. Cuando el perro desaparece, ella entra en una espiral de depresión y se cuestiona su lugar en el país. Sin embargo, cuando sus antiguos jefes la visitan desde Miami, se da cuenta de que pertenece a la isla.

Ya hablé anteriormente del director Julio García Espinosa en mi blog sobre El Mégano, el modelo de cine revolucionario cubano de 1955 que co-dirigió con el legendario cineasta Tomás Gutiérrez Alea. Su debut causó conmoción en todo el país y sería considerado uno de los primeros precursores del cine imperfecto latinoamericano. Hoy, volvemos a visitar al director en su última película casi cuarenta años después. Durante esta época, Espinosa vio cómo Cuba se revolucionaba y tuvo que lidiar con dónde encajaba él dentro de este nuevo país, haciendo un nuevo tipo de cineasta con las mismas raíces revolucionarias. Es evidente cuando vemos las diferentes formas en que el Neorrealismo italiano ha influido su obra. El enfoque de El Mégano sobre el estado de desesperanza de los trabajadores rurales recuerda algunos de los trabajos más duros de Roberto Rossellini. De nuevo, en Reina y Rey, la influencia del Neorrealismo italiano es obvia, pero muy diferente.

Umberto D.

Una gran parte de la historia de Reina y Rey está basada en el clásico de Vittorio de Sica, Umberto D., una película sobre un anciano pobre de Roma que se enfrenta al desahucio con su única compañía, su querido perro Flike. Aunque hoy en día es alabada universalmente tanto por la crítica italiana como por la internacional, no tuvo una acogida tan favorable en su estreno inicial en Italia. Al igual que otras películas neorrealistas de la década de 1940, de Sica describía una sociedad que dejaba atrás a sus miembros más débiles y obligaba a los ciudadanos comunes a hacer ultimátums trágicos. Pero en 1952, cuando se estrenó esta película, los italianos estaban cansados de ver a su país representado como una nación trágica y llena de ruinas. El presidente conservador Giulio Andreotti llegó a declarar que De Sica había rendido un servicio muy malo al país, así que 1952 se convirtió en el año de la muerte del movimiento neorrealista.

Reina y Rey se realizó en un momento clave de la historia cubana. La década de 1990, también conocida como el Periodo Especial, se caracterizó por la caída de la Unión Soviética y, por tanto, de muchos de los aliados de la nación. Se enfrentaban a la peor crisis económica desde la revolución y las personas leales a la causa consideraban que sería una traición sacar a la luz sus problemas por miedo a que el público occidental se sintiera reivindicado en lo que consideraban un estado viciado. Sin embargo, cómo hizo De Sica antes que él, Espinosa optó por mantenerse fiel a sus convicciones y hacer una película que no describiera su país como un infierno, sino que retratará los dilemas verdaderos que los cubanos ordinarios enfrentaban cada día durante esta época dura. No es propaganda a favor de ningún bando y Espinosa se mantiene ambivalente sobre a quién culpar e igualmente mezcla un sentimiento de dolor y esperanza.

Esta mezcla contradictoria está presente en la primera escena, cuando oímos a un locutor de radio declarar alegremente que lo más probable es que se produzcan algunos apagones debido a las condiciones meteorológicas y, a continuación, suena la canción “Yolanda” de Pablo Milanés, lo que permite a nuestra protagonista, Reina, despertarse con una sonrisa. Todos los horribles males del país se revelan con el humor negro de Espinosa. Cuando Reina teme que la perrera se haya llevado a su perro, se consuela cuando, de hecho, la cámara de gas canina se ha quedado sin gas. Cuando se plantea algún problema social en la primera mitad de la película, siempre es a través del perro de Reina. Sus problemas surgen cuando tiene que decidir si alquila una habitación en su casa para comprar comida para su perro.

Reina y Rey

Reina habla a su Rey como si fuera su marido y, como muchos otros a su alrededor, lamenta el paso del tiempo. Es extremadamente nostálgica y habla de su amor por las películas antiguas y definitivamente no por las nuevas, e incluso lleva a Rey en un tren abandonado e imagina que esta vieja máquina oxidada despega mientras ella sonríe y se despide. Está realmente nostálgica de su próspero país revolucionario. Sin embargo, la inestabilidad de su nación y de su perro la deja lisiada. Tras la primera desaparición de Rey, su país se vuelve insoportable. Ve a los perros pelearse entre la basura y la visión de un anciano solitario y su perro la hace llorar. Tiene grandes alegrías al poder pasar mañanas soleadas y alegres con Rey y grandes tristezas cuando, sola, su única compañía, la televisión, se va con otro apagón.

El futuro también es inquietante. Cuando Reina pasea por el Malecón con Rey, una prostituta se acerca a alimentarlo, representando que la única forma de poder ganar lo suficiente para dar de comer a su amado compañero sería degradarse en la economía ilegal. Sin embargo, Espinosa complica esta imagen, haciendo de la prostituta una presencia genuinamente servicial y bondadosa en lugar de una mujer vulgar y sin modales. Todo esto lleva a Reina a plantearse lo impensable. Tendrá que entrar en la economía sumergida y alquilar una habitación. Incluso en sus momentos más bajos, Reina no sabe a quién culpar. En dos escenas consecutivas, sus amigos le dan el mismo consejo: o alquila una habitación o se marcha al extranjero. Sin embargo, una culpa al Estado y la otra a los Estados Unidos y su embargo.

La cuestión de a quién hay que culpar pasa a primer plano cuando los antiguos jefes de Reina, Carmen y Emilio, regresan inesperadamente de Miami y se revelan los fuertes contrastes entre sus vidas y la de ella. Atraen a Reina a su lado con la promesa de cosas materiales como vestidos y noches de diversión en la ciudad, así como estabilidad y el fin de la soledad en su casa de Miami. Con Rey desaparecido y sin señales de regresar, la oferta es tentadora. Pero pronto su propuesta empieza a parecer vacía. Justifican su visita espontánea llamándola “nuestra casa”, pero poco después Carmen cambia “nuestra” por “mi”. Menos invitados y más invasores, incluso se quedan con su cama. Y cuando los amigos les preguntan desesperadamente si les pueden ayudar a emigrar, les dan muy poco apoyo y dicen que los cubanos exageran mucho y que no puede ser tan malo. Más tarde queda claro que la única razón por la que quieren ayudar a Reina a emigrar es para poder aprovecharse de sus buenas costumbres y convertirla en su criada de jornada completa.

Reina y Rey

Su vida en Miami es, por lo menos, tensa. Como dice Espinosa, “Todo lo que hace la gente de Miami es pensar en la gente de aquí, mientras que todo lo que hace la gente de aquí es pensar en la gente de Miami. Nadie es feliz”. El viaje de Carmen al Tropicana revela que tiene una sed insaciable por los tiempos del pasado capitalista de Cuba, pero también por su propia vida pasada en la isla. Cuando otros se quejan de la ahora ruinosa Habana, ella replica que La Habana sigue siendo La Habana. Aunque su marido Emilio está menos enamorado de la isla que ella, sigue anhelando reiniciar un romance que tuvo con una amiga de Reina. Este ciclo de infelicidad sólo llega a su fin cuando Reina tiene un motivo para esperar un reencuentro con su Rey. Justo cuando parece que sus antiguos jefes la han conquistado, ve a su perro en el Capitolio. Aunque se escapa antes de que ella pueda verlo bien, ha cambiado su actitud.

La noche siguiente, mientras Carmen recita todas las cosas buenas que pueda encontrar en Miami, Reina revela, ante la indignación de Carmen, que no se llama Reina, sino que, como la canción de Pablo Milanés, se llama Yolanda. La revelación de su nombre parece revelar también su identidad revolucionaria o una especie de nombre guerrillero. Tiene la esperanza de que la Cuba de ayer vuelva, al igual que Rey. No irá a Miami, lo cual consterna a Carmen, quien la llama desagradecida. La película termina como empezó. Reina está fuera y un joven vendedor le pregunta si está esperando a Rey, a lo que ella responde que sí. Esta vez, sin embargo, las lágrimas empiezan a correr por su cara. El hecho de que haya decidido que Miami no es lugar para ella no significa que no siga sintiéndose sola. Pero su soledad es más profunda que el glamour y los gestos vacíos de Miami.

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