Encontrar Un Lugar en el Mundo

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Sinopsis

Un Lugar en el Mundo (1992) comienza cuando Ernesto, un joven de veintitantos años, regresa al pueblo rural que abandonó cuando era adolescente. El resto de la película se desarrolla en flashback, centrándose en el año antes de su partida, cuando un español llamado Hans llegó a su pueblo y trastornó la comunidad y la vida de su familia.

La mayoría de los fans de pasada de los Oscars recordarán Un Lugar en el Mundo por su descalificación polémica de la carrera por el Oscar a la mejor película internacional. Presentada por Uruguay, la película estaba nominada junto a otras como Indochine, Schtonk!, Daens y Urga. Sin embargo, una semana después de ser anunciadas las nominaciones, la Academia inició una investigación sobre la participación artística de Uruguay y tres días más tarde la descalificó. Sin embargo, esta película es mucho más que un caso de fraude burocrático. Su director, Adolfo Aristarain, fue uno de los realizadores latinoamericanos más prolíficos de las décadas de 1980 y 1990, y Un Lugar en el Mundo es su obra maestra. Utilizando la historia de una familia en un periodo de transición traumática para examinar sutilmente los cambios políticos y culturales de la época, Aristarain crea una panorama de un país en transición.

Francis Fukuyama

Los primeros años de la década de 1990 fueron transformativos no sólo en Argentina, sino en todo el mundo. En 1989 cayó el Muro de Berlín y la Unión Soviética pronto se disolvió. Argentina llevaba tres años de presidencia de Menem, cuya marcada corrupción, políticas radicales de libre mercado y actividad criminal hicieron que cualquiera que tuviera esperanzas de un nuevo futuro para Argentina tras el fin de la dictadura se sintiera desesperadamente desilusionado. 1992 fue también el año en que se escribió uno de los libros de filosofía política más influyentes de los últimos treinta años: El fin de la historia y el último hombre, de Francis Fukuyama. En él, Fukuyama sostiene que con el ascenso de la democracia capitalista liberal occidental y la caída de la Unión Soviética, la humanidad había llegado “no sólo… al final de un periodo concreto de la historia de posguerra, sino al final de la historia como tal: Es decir, el punto final de la evolución ideológica de la humanidad y la universalización de la democracia liberal occidental como forma final de gobierno humano”. Aunque esta tesis ha sido ampliamente cuestionada con el ascenso de los regímenes capitalistas autoritarios, era una creencia muy defendida por muchos intelectuales conservadores de la década de 1990 y por muchos izquierdistas decepcionados.

Los personajes de Adolfo Aristarain saben que la guerra está perdida. Cuando el misterioso geólogo español Hans llega a la ciudad, se presenta como el arquetípico revolucionario desilusionado del grupo al declarar que los primates ganaron, que la fuerza bruta prevaleció sobre idealistas como Cristo, Marx y Bakunin, y que en este mundo la solidaridad ya no es una opción. Pero el corazón y el alma de esta película no están en este sentimiento pesimista, sino en las palabras del padre de Ernesto: Si la guerra por la justicia social se ha perdido, ” por lo menos podemos darnos el lujo de decir que ganamos una batalla”. Mario, su esposa Ana y sus amigos participan a diario en batallas pequeñas. Mario y Ana, con formación universitaria, se instalan en un pueblo rural y abren una escuela y una clínica. Su amiga Nelda, una monja incapaz de cambiar las ideas conservadoras del cura del pueblo, se niega a ponerse un hábito para demostrar que no hay diferencia entre ella y cualquier otro miembro del pueblo. Esta lección se transmite a su hijo, Ernesto, quien enseña a leer en secreto a una chica del pueblo, Luciana. Cuando ella le dice que es un esfuerzo inútil, ya que seguirá teniendo un trabajo de bajo salario en este pueblo, Ernesto la convence de que, aunque todo esté en su contra, mejorarse a sí misma nunca es una pérdida de tiempo.

Un Lugar en el Mundo

La búsqueda de cosas mejores es siempre honorable a los ojos de Ernesto y su familia, pero nunca queda libre de consecuencias. El precio de la utopía es muy alto. Para Mario, su utopía reside en este pintoresco pueblo rural, pero su paz es efímera. El misterioso y malvado alcalde, Andrada, está convenciendo a muchos residentes del pueblo para que vendan sus tierras por una cantidad escandalosa de dinero. Ya no es un lugar para que crezca su hijo. Pero, como dice Mario, cuando has encontrado tu lugar en el mundo, no puedes dejarlo atrás. Tras años separado de su país por la dictadura militar, tendrá que sacrificar su vida con su familia para conservar el hogar que tanto ha anhelado. Los personajes de Aristarain se han enfrentado a tal cantidad de incertidumbres políticas y sociales que saben que las utopías son volubles y que no todas las batallas para preservarla se pueden ganar. Ana se desanima por la muerte de un bebé durante un parto y Mario provoca un incendio para unir a los trabajadores del pueblo, pero es en vano.

Preservar el sentido de la identidad y la integridad es más importante que cualquiera de esas pérdidas. Hans personifica esto como el antiguo idealista convertido en geólogo mercenario. A través de su amistad creciente con Mario y su discreto amor por Ana, termina obligándose a vivir como ellos. En el encuentro culminante entre Mario y Andrada, en el que Andrada se niega a explicar por qué la gente del pueblo está siendo comprada, Hans se revela. Aunque ha firmado un acuerdo de confidencialidad, informa a Mario de que ha sido contratado por una multinacional española que planea construir una presa hidroeléctrica. Lo arriesga todo sabiendo que el futuro es inevitable. En su vida personal, hace lo mismo. Aunque Ana y él están profundamente enamorados, nunca cumplen sus deseos. Aprovecharse de un negocio o tener una aventura con la mujer de su amigo sería muy fácil. Pero para preservar su propia utopía, un mundo de buenos amigos y acciones heroicas, tiene que privarse.

Un Lugar en el Mundo

Años después de que ocurran los hechos de la película, encontramos a Ernesto, con veintitantos años, regresando solo a su pueblo natal y experimentando los mismos dilemas que sus padres. Ernesto se ha convertido en un exiliado gracias a los intereses económicos extranjeros. Ha vivido en Buenos Aires y planea trasladarse a Madrid para estudiar, con la esperanza de encontrar algún día su lugar en el mundo. Esa búsqueda es lo que definirá a Ernesto, no el lugar en sí. Su última batalla en el pueblo antes de ser trasladado a la capital es la del pasado idealista contra el futuro inminente. A lo largo de la película, el joven Ernesto monta a caballo y compite con el tren local. Pierde todas las veces hasta que, el último día con Hans, recibe un poco de ayuda extra y finalmente lo vence. Esto es seguido abruptamente por Hans abandonando el pueblo en ese mismo tren. Últimamente, las empresas y los intereses capitalistas tienen mucho más poder, pero siguen siendo poco memorables. Las pruebas y los triunfos de Ernesto resistirán el paso del tiempo.

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