La Tarea o Sexo, Mentiras y Video

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Sinopsis

La Tarea (1991) sigue a una mujer soltera de clase media que decide grabarse seduciendo a un hombre y teniendo sexo con él como tarea para su clase de cine, sin que él lo sepa. Cuando él se entera, al principio se pone furioso, pero pronto acepta la idea. Sin embargo, el final revela que todo fue una mentira, ya que los dos no son extraños, sino marido y mujer.

La Tarea en sí misma parece como una tarea con el objetivo de crear una obra de arte que explique y muestre las limitaciones de la propia forma de arte. Un ejercicio de meta filmación, cuyo origen es el mismo que el de sus personajes. Se filmó por primera vez como un vídeo casero rodado en super-ocho en 1989 con dos actores. Para un cineasta sin experiencia, era la película perfecta, ya que su coste era sólo el de una cinta de vídeo. No había sonidista, iluminador ni operador de cámara. Como recuerda el director, Hermosillo, “el vídeo acabó ganando el primer premio en un concurso nacional y fue considerado por la crítica cinematográfica como uno de los mejores exhibidos ese año”, así que decidió convertirlo en largometraje. Con ese propósito, llegaron los cambios en la producción y el argumento. “La película se rodó en cuatro días y con un periodo de ensayos que duró una semana… Tuvimos que construir un escenario elevado para que la cámara apareciera a la altura del suelo. Cada diez minutos teníamos que cambiar de rollo, así que aprovechamos momentos en los que los actores estaban ausentes del escenario”. También se invirtieron los papeles, esta vez haciendo que el hombre fuera el objeto del deseo y el engaño de la mujer y no al revés.

La Tarea

Sólo vemos lo que Virginia, nuestra estudiante de cine, quiere que veamos. Es su cámara la que nos sirve como nuestros ojos. A través de esta visión limitada, descartamos la ostentación y el glamour para una película que destruye el romanticismo y el mito del sexo y del propio cine. No se nos ofrece una visión de las pocas cosas que un director quería que viéramos. En su lugar, vemos el montaje entre bastidores, poco sexy. Con lentes y ropa poco atractiva, vemos a Virginia arreglando su cámara y sus muebles para crear el mejor producto. Cuando la vemos con la cara llena de maquillaje y un vestido entallado, es incapaz de seducirnos, el público. El final de la película confirma que todo fue una ilusión. Tras una cita apasionada, el hombre regresa y revela que eran marido y mujer y que toda la película estaba planeada. Su conversación absurda sobre la duración de un monólogo y la hora de las entradas da un vuelco a la película. Nos quedamos dudando de si algo de todo esto era real.

Esta ilusión cuestiona a los actores y la historia, pero también a nosotros, el público, convirtiéndonos de unos simples espectadores en voyeurs pervertidos. Para Marcelo, somos visitantes no deseados. Le hacemos sentir inseguro. Nuestro papel como extraños no deseados queda claro cuando miramos directamente a su cara horrorizada cuando por fin ve la luz roja de grabación de la cámara. Antes de que se revele la farsa, los actores sólo nos hablan directamente cuando están descontentos. Cuando Marcelo habla de su desconfianza hacia Virginia o cuando ella confiesa sus temores más profundos y sus problemas sexuales, nos resulta difícil aceptar el papel de voyeur. El papel del público en una seducción es divertido, pero cualquier otra cosa se siente intrusiva.

La Tarea

Marcelo y Virginia también tienen que enfrentarse a esta relación. Para ellos y muchas otras personas de clase media que buscan un escape, el romance está intrínsecamente ligado al cine. Las relaciones amorosas nacen en la gran pantalla y se recrean o reinventan en la vida real. La razón por la que llamó a Marcelo fue porque estaba viendo una película del famoso galán italiano Marcello Mastroianni y cuando Virginia intenta posar de manera seductora para él hace referencia a Deborah Kerr en Tea and Sympathy, que para ella es el colmo del erotismo. El cine es el colmo del romanticismo y el erotismo, y la propia cámara es algo seductora. Al final, Marcelo y Virginia quieren ser objeto de su deseo y acercarse a ella. El cine está imbuido de una sexualidad velada, que es bella, en vez de un sexo desvelado que es feo o cómico. Hermosillo es consciente de esto. Por eso las escenas de Virginia y Marcelo bailando son mucho más eróticas que sus tontos pero realistas intentos de tener sexo. Levanta aún más el velo cuando Virginia habla de por qué le cuesta tanto desnudarse. 

El sexo desvelado no sólo pierde un aire de erotismo, sino también el velo de la respetabilidad de la clase media. La realidad resulta poco sexy, pero merece nuestra atención. Las interacciones más cómicas o desagradables de la película son poco sexy pero necesarias. Durante las escenas abiertamente sexuales de la película, Hermosillo entra en áreas que serían demasiado serias para la pornografía. Discusiones sobre preservativos, dónde conseguirlos y cómo utilizarlos, así como sobre la prevalencia del sida, sirven de prólogo a su intimidad. Hermosillo imploró que “debido a la presencia deplorable del sida, me pareció necesario aumentar la concienciación insistiendo en el uso del preservativo”. Los momentos más incómodos ofrecen una visión de nuestras propias vidas. Es cursi y desequilibrado, como en la mayoría de las escenas de sexo de las películas, pero como Virginia afirma punzantemente, “el erotismo y el buen gusto no se mezclan”.

Al igual que en la pornografía o el melodrama, cuanto más se exagera, más se aleja del romanticismo y más se acerca a la comedia, como vemos cuando Virginia hace un strip-tease y silba ella misma la melodía, Marcelo se flexiona delante de la cámara o los dos se caen de la hamaca mientras tienen sexo. El papel del voyeur y el del actor son, por tanto, igualmente incómodos o vergonzosos cuando se examinan más a fondo. En cine y sexo, Hermosillo declara que el mejor papel es el del director. Al final de la película, cuando Virginia y Marcelo discuten el producto que acaban de hacer, Marcelo sugiere que consigan una actriz con la que él pueda trabajar. Aunque a ella esa idea le parece horrible, se entusiasma cuando él le dice que podrá observar y dirigir la situación. Como voyeur con voz, está lo suficientemente alejada del vergonzoso erotismo de la realidad y lo suficientemente cerca como para sentir que la controla.

La Tarea

Este control crea una libertad económica para Virginia y Marcelo que cambian el título de la película de La Tarea a La Tarea o de cómo la pornografía salvó del tedio y mejoró la economía de la familia Partida. Con este título, Hermosillo levanta aún más el velo, mostrando lo frágiles que son los valores de la clase media. Detrás de cada gran romance en la pantalla y de cada historia de pareja se esconde algo más crudo. El romance en la vida real tiene poco que ver con el buen gusto y más con las transacciones. Es una película despojada del gigantesco glamour cinematográfico y en su lugar encuentra alivio cómico y una metacomprensión de las formas en que el cine se ha filtrado en nuestras vidas y sueños.

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