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Sinopsis
El Topo (1970) sigue al personaje titular, un pistolero que, en su viaje por el desierto, derrota a un grupo de bandidos asesinos. La esclava de éstos le convence de matar a los cuatro maestros. Vence a los tres primeros con engaños y no con superioridad y es derrotado por el último. Después, realiza un viaje espiritual al convertirse en el líder religioso de un grupo de cavernícolas deformes.
El “Acid Western” fue un género experimental muy popular durante las décadas de 1960 y 1970. The Last Movie de Dennis Hopper o Pat Garrett and Billy the Kid de Sam Peckinpah pueden considerarse las más populares del género y posiblemente las más influyentes, pero fue la legendaria crítica de cine Pauline Kael quien acuñó el término al reseñar esta epopeya surrealista, El Topo. Nacido de la política contracultural, el Acid Western invierte la trama del western tradicional. Mientras que el western tradicional ve el viaje al oeste como un viaje de liberación y mejora, en el Acid Western ocurre lo contrario. De este viaje sólo puede salir la muerte.

Utilizando tácticas absurdas o surrealistas, estas películas cuestionaban la narrativa binaria y los prejuicios del viejo Hollywood. Para el público latinoamericano, ningún otro género estadounidense necesitaba más renovación que el western. Los primeros personajes latinos de Hollywood aparecieron en películas western mudas como Tony the Greaser (1911) o The Greaser’s Revenge (1914). “Greaser” era un término que describía a los bandidos mexicanos y a otros personajes mexicanos vagos y de poca confianza. Las denuncias contra esta representación llegaron a tal punto que un boicot del gobierno mexicano a las películas de Hollywood a principios de la década de 1920 llevó a los productores de cine a hacer que estos bandidos fueran generalmente latinos en lugar de mexicanos. Aun así, en los años 40 y 50, los personajes latinos quedaron relegados al papel de bandido sospechoso o cantinera sumisa.
El director Alejandro Jodorowsky nació para cuestionar el western y convertir lo popular en político. Nacido en Chile, hijo de inmigrantes judíos ucranianos, Jodorowsky se sentía a menudo como un extraño en su propia tierra. Los chilenos lo hacían sentirse no bienvenido y la presencia de industriales mineros estadounidenses que abusaban y explotaban el país lo convirtieron en un ferviente antiimperialista. De joven, se trasladó a París y se convirtió en miembro fundador del Movimiento Pánico. Inspirado por el dios Pan, a quien daba nombre, e influido por el Teatro de la Crueldad, el grupo buscaba crear un arte caótico y surrealista. Sus obras fueron diseñadas para ser impactantes y provocar una especie de liberación primordial de energías destructivas.

Los villanos de El Topo cumplen bien este propósito. Cuando se nos presenta a los bandidos por primera vez, Jodorowsky muestra un montaje en el que hacen un dibujo de una mujer desnuda con frijoles cocidos y luego hace el amor con ella, además de acorralar a los monjes, bailar con ellos, besarlos y montarlos como si fueran caballos. Jodorowsky exagera el papel servil de los seguidores haciéndoles manotear y lamer literalmente a su jefe, el Coronel, cuando éste les ofrece sus sobras, es decir, su esclava. Preparan el escenario para un protagonista que se opone a la figura consagrada del vaquero del cine americano. Aunque El Topo comienza como el típico pistolero solitario estilo americano, se convierte en algo muy diferente. Para derrotar a estos criminales pervertidos y extraños, no toma el camino honorable. En su duelo con el coronel, se vuelve irrespetuosamente de espaldas y se quita el sombrero Napoleónico. En un gesto de humillación, le despoja del resto de sus ropas y finalmente le castra. El clan del coronel le rodea y él declara que es Dios.
El viaje de El Topo es uno espiritual que es todo menos lineal. Como Jodorowsky anuncia al principio de la película, el topo se pasa toda la vida cavando para encontrar el sol, pero cuando llega a la superficie la luz lo ciega. De este modo, su historia se parece a la de la Torre de Babel que pretendía construir un camino hacia el paraíso provocando una advertencia de Dios en contra de buscarle en el mundo exterior. La confusión de lenguas sirve como recordatorio de que a Dios hay que buscarlo internamente, ya que no hay forma de comunicarse con el exterior. Cuanto más intenta El Topo alcanzar la iluminación, más se aleja de ella. Cuando le convencen de luchar contra los cuatro maestros, gana los tres primeros por los pelos y su confianza disminuye. La situación llega a su límite cuando el cuarto maestro le vence al suicidarse. Era un camino decepcionante. Aunque haya terminado con la inyección de estigmas en sus manos y pies, eso no basta para transportar su alma al cielo. Como un topo cegado por el sol, es conducido a una comunidad cavernícola y entra en coma.

Su camino hacia la verdadera iluminación llega de forma inesperada. Decide liberar a la comunidad de la cueva, que ahora le idolatra, y para ello viaja a la ciudad cercana y se degrada actuando en la calle. Gracias a ello, gana el dinero suficiente para explotar la cueva y liberar a los deformes e incestuosos habitantes, pero es inútil. Inmediatamente son fusilados y, en un último acto de rebeldía, el herido Topo mata a la mayoría de los habitantes del pueblo antes de bañarse en aceite y prenderse fuego. Es difícil ignorar los paralelismos entre su muerte y la del monje vietnamita Thich Quang Duc, que también se inmoló en protesta por la guerra de Vietnam. Jodorowsky crea con esta muerte un western antiamericano que también reconoce los ilusiones idealistas del movimiento contracultural. Sin embargo, en el lugar de su cadáver, aparecen abejas como en el caso de los cuatro maestros.
En una imagen idéntica a la del primero, su hijo se marcha con la amante de su padre y su hijo y parece dispuesto a repetir el mismo viaje, para bien o para mal. A diferencia de la figura mítica del vaquero americano, la iluminación de El Topo llega en una oscuridad ambivalente. Además de deconstruir el viaje del vaquero, Jodorowsky crítica a la sociedad mexicana. El contraste que ofrece entre la comunidad de las cuevas, que vive pacíficamente y separada de la sociedad, y el pueblo cercano y decadente, crea una crítica mordaz a la llamada sociedad moderna y avanzada de México. Los habitantes de las cuevas, en su mayoría indígenas, pueden tener creencias extrañas, pero en general son amables, mientras que los habitantes del pueblo matan a los indígenas para divertirse, son excesivamente sexuales y tienen esclavos. Ellos son los subdesarrollados.
Estableciendo un paralelismo histórico bien claro, el asesinato masivo de los habitantes de las cuevas recuerda enormemente a la masacre de Tlatelolco de 1968, en la que las Fuerzas Armadas mexicanas abrieron fuego contra un grupo de civiles desarmados en la Plaza de las Tres Culturas mientras protestaban contra los Juegos Olímpicos de 1968, matando a 400 personas. Esta ciudad de opresores también está bajo el encanto de una religión que muestra carteles del Ojo de la Providencia por toda la ciudad y hace que sus creyentes jueguen a la ruleta rusa para demostrar que Dios les protegerá, hasta que muera un niño. Este bastión se parece al PRI mexicano, el partido que gobernó el país durante 70 años. La exageración absurdista de Jodorowsky genera preocupaciones muy reales. Esta película sería una reconstrucción increíblemente revolucionaria del western y un desmantelamiento de la sociedad mexicana si no fuera por un aspecto importante de la película. Cuando El Topo rescata a la esclava del coronel, procede a violarla. Es un aspecto que exagera el sexismo del western tradicional pero no comenta sobre ello ni lo critica.

Además, Jodorowsky contó vulgarmente que “cuando quise hacer la escena de la violación, le expliqué [a Mara Lorenzio] que iba a golpearla y violarla. No había ninguna relación emocional entre nosotros porque yo había puesto una cláusula en los contratos de todas las mujeres que decía que no harían el amor con el director. Nunca habíamos hablado. No sabía nada de ella. Fuimos al desierto con otras dos personas: el fotógrafo y un técnico. Nadie más. Dije: ‘No voy a ensayar. Sólo habrá una toma porque será imposible repetirla. Rueda las cámaras sólo cuando te lo indique […] Y de verdad… De verdad… Realmente la violé. Y ella gritó… Luego me dijo que ya había sido violada antes. Ves, para mí, el personaje es frígido hasta que El Topo la viola. Y ella tiene un orgasmo”. Aunque Jodorowsky se disculpó más tarde por los comentarios, alegando que eran bromas de mal gusto, deja una mancha gigantesca en una obra que estuvo a punto de desmantelar un género.
2 responses to “El Topo: El Western Más Loco de América Latina”
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