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Sinopsis
La Hora De Los Hornos (1968) es un documental propagandístico que se divide en tres partes y utiliza el ejemplo histórico de Argentina para defender la liberación de América Latina. La Parte I: Neocolonialismo y Violencia ofrece un análisis histórico, geográfico y económico del país. La parte II: Acto para la Liberación examina el ascenso y la caída de Juan Perón y sus efectos en el continente. La Parte III: Violencia y Liberación sirve como una llamada a la acción para la revolución armada en toda América Latina.
Es difícil pensar en una pieza de propaganda más apasionada, artística, informativa y eficaz que La Hora De Los Hornos. Utilizada a lo largo de los años 60 y 70 como propaganda de agitación en las reuniones de los sindicatos obreros radicalizados y sus simpatizantes en todo el continente, el legado de la película se ha hecho más grande de lo que nadie podría haber previsto. De alguna manera, este intenso ensayo visual político que dura cuatro horas encontró un público. A través del estilo revolucionario del director Fernando Solanas, que traduce perfectamente el discurso revolucionario, plantea uno de los argumentos más convincentes a favor de la lucha armada. En un momento en que la revolución estaba en el aire, Solanas dio un mapa claro de cómo convertir la teoría en praxis y mostrar que la violencia popular podía ser una herramienta positiva.

Solanas utiliza el ejemplo argentino para conectar sus luchas contemporáneas al resto del mundo y a las luchas más antiguas. Consideremos el título. Proviene del epígrafe que el Che Guevara utilizó en una de sus últimas declaraciones políticas. No sólo eso, sino que el autor de este epígrafe es José Martí, el héroe de la independencia cubana del siglo XIX. Al hacer referencia a un revolucionario que luchó y murió por la independencia contra España y a otro revolucionario que luchó contra el neocolonialismo y murió en el camino, Solanas demuestra que las luchas de liberación contemporáneas y las antiguas guerras de independencia tienen más en común de lo que se pensaba.
Casi toda la primera parte trata de esta comparación y muestra así la urgencia de esta nueva lucha. Como señaló perceptiblemente el teórico del cine Robert Stam, “el poder persuasivo de La Hora se deriva de su capacidad para plasmar ideas visualmente. Los conceptos abstractos adquieren una forma clara y accesible”. Cuando Solanas describe la inmediata traición de la independencia de América Latina por parte de las élites de Buenos Aires que hicieron un trato con los bancos británicos, cambiando efectivamente la opresión de manos españolas a británicas, Solanas muestra imágenes de los ricos residentes contemporáneos de Buenos Aires jugando al golf en su club de campo o descansando junto a su piscina. Esta nueva generación de ricos argentinos es la misma que apuñaló al continente por la espalda más de 100 años antes.
El uso del fotomontaje nos permite no sólo entender este hilo histórico y político compartido, sino identificarlo fácilmente. En uno de los momentos más absurdamente conmovedores de la película, Solanas incluso capta una fiesta de temática “Belle Epoque” organizada por una de las familias más ricas del país. Con sus fastuosas fiestas del viejo mundo y sus declaraciones constantes de sentirse más europeos que latinos, ellos mismos establecen los paralelismos. Solanas sólo tuvo que enfocarles con una cámara. Estas familias y esta lucha popular siguen siendo las mismas. Traza una línea recta desde la declaración de independencia de Argentina hasta las modernas protestas violentas. Este sometimiento comenzó con los españoles, luego pasó a los ingleses y ahora continúa con los estadounidenses. Los españoles comenzaron trayendo colonos, virreyes y soldados, y ahora los estadounidenses, como se muestra en otro montaje, traen consigo subversivos más amistosos pero igualmente destructivos como los Kennedy y los Cuerpos de Paz.

Esta relación continuada no sólo se reexamina, sino que se redefine. En esta relación, ¿quién es el dependiente? A menudo Latinoamérica ha sido vista como el continente que necesita la ayuda constante de Occidente, pero en un montaje electrizante, Solanas muestra que han sido Europa y los Estados Unidos los que han permanecido constantemente dependientes de los recursos Cortando entre las imágenes de trabajadores argentinos en una fábrica de carne y los anuncios cada vez más vulgares del mundo “desarrollado”, vemos cómo América Latina se mata a sí misma y a sus recursos cada día para la mercantilización grosera de eso. El intercambio colombino nunca murió. Mientras teje este hilo histórico de la explotación, Solanas también establece la conexión entre Argentina y los países de todo el mundo.
La segunda parte de la película se centra en los años de Perón y sus consecuencias. En el jubiloso día de la lealtad en 1945, Solanas señala que esta importante ruptura en la fachada imperialista se produjo antes de que la India fuera un estado independiente y antes de que la China viera la revolución. Antes de eso, Argentina y países de toda Asia y África compartieron el mismo destino violento. Solanas no sólo revela que 300.000 niños latinoamericanos mueren de hambre cada año, sino que dice que esa cifra es mayor que la de los niños que murieron en Hiroshima y Nagasaki. Estas comparaciones constantes hacen que la lucha de Argentina no sea sólo la suya, sino la del mundo y viceversa.
En un esfuerzo para llevar a Argentina hacia la lucha armada, se enfoca en el ejemplo de Vietnam. Lo único bueno que tienen los vietnamitas, en su opinión, es que saben exactamente quién es su enemigo. En Argentina, no está claro. A menudo tienen el mismo aspecto y hablan igual, pero no son diferentes. Esta metáfora se amplía cuando describe las comunicaciones de masas occidentales, a las que califica como un arma más potente que el napalm. Los escritores argentinos, como el Premio Nobel, Manuel Mujica Lainez, que se enorgullecen de su sensibilidad inglesa, simplemente utilizan esta arma para traducir las ideas de la élite al español. Con ello, diezman a la población creando un grupo de personas que creen que por ser de un país subdesarrollado, son personas subdesarrolladas. Esta violencia ideológica crea una generación joven que sólo mira a Europa en busca de cultura. Con una bandera del Reino Unido pegada en una de sus camisas, estos jóvenes hippies no son tan radicales como creen. Son víctimas de un enemigo invisible y de un arma mortal.

Aun así, Solanas entiende que, incluso con estas convincentes comparaciones históricas y globales, la mayoría de la gente quiere encontrar una forma legal y pacífica de ganar. A los espectadores indecisos, les ofrece la provocación: ¿y si ya se ha ejercido la violencia legal sobre el pueblo argentino? El bombardeo por parte de la Marina a la Plaza de Mayo, en junio de 1955, no sólo logró su objetivo de forzar la salida de Perón, sino que mató a 300 civiles en el camino. Más tarde, su ideología fue prohibida y los hombres que lo defendieron a él y a su constitución legal fueron ejecutados sumariamente sin juicio. Cuando Arturo Frondizi ganó la presidencia con el apoyo de Perón, no consiguió ningún cambio sostenible e incluso fue forzado a bloquear la elección del líder sindical Andrés Framini para la gobernación de Buenos Aires ante la presión militar.
Uno por uno, Solanas revela que el retorno legal a Perón o al peronismo es imposible. Pero, ¿cómo puede la violencia pasar de ser un último recurso aterrador a una herramienta inspiradora? Para ello, basta con ver la imagen del cuerpo sin vida del Che sobre una mesa en Bolivia, una imagen que pasa de horrorosa a inspiradora en el lapso de unos pocos minutos. Sobre la imagen fija, Solanas narra las palabras del propio Che sobre el hombre nuevo en las que afirma: “Elegir con su rebeldía su propia vida y su propia muerte. Cuando se inserta en la lucha por la liberación, la muerte deja de ser el estado final. Se convierte en un acto liberador. Una conquista. El hombre que elige su muerte está eligiendo también una vida. Él es ya la vida y la liberación misma”. Solanas continúa diciendo que la muerte del Che liberó al continente e inspiró a muchos otros a seguir luchando. Durante casi tres minutos, un primer plano del rostro muerto del Che se proyecta en la pantalla acompañado de tambores afrocubanos. Con argumentos y paralelismos convincentes, Solanas da vida al Che y al continente.

La muerte ya no es fea y la violencia tampoco. Citando al teólogo de la liberación, Juan Carlos Saperodi, introduce el concepto de la violencia del amor que se utiliza contra la violencia sistémica del opresor. Según Saperodi, “el amor violento de los combatientes es en esencia una forma sublime de amor a la verdad. El amor de Jesucristo le llevó a la cruz. Lo mataron porque hizo que el pueblo se rebelara”. La violencia no es un acto final odioso y triste, sino un renacimiento amoroso. Solanas consigue conducir su punto de vista de una manera eficaz pero no opresiva. Al final de la segunda y tercera parte, deja un espacio abierto para el diálogo del público. Solanas quiere que haya debate. La Hora De Los Hornos no aplaca a su público, porque en su opinión es una película inacabada que sólo el tiempo y los actos valientes de otros pueden terminar. El primer y el último plano de la película son lo mismo: una antorcha guiando el camino en la oscuridad de la noche. Esta lucha seguirá en bucle hasta que los ciudadanos valientes deciden inventar su propia revolución y poner fin a los ciclos de opresión que arraigaron por primera vez en países lejanos desde hace mucho tiempo.
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