La Mano En La Trampa y La Viveza Criolla

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Sinopsis

La Mano En La Trampa (1961) comienza cuando Laura Lavigne, una estudiante de secundaria, regresa a la mansión degradada de su tía y su madre desde su internado religioso. Tras investigar unos ruidos extraños en el ático que ella atribuye a un hermanastro oculto y monstruoso, encuentra en cambio a su tía Inés. Al enfrentarse con esto, Laura está convencida de que descubrir el misterio de su tía liberará a su familia de las ataduras del pasado, pero su lucha no hace más que atrincherarla aún más en el mismo y desastroso destino.

En la última entrada de la Trilogía Gótica de Leopoldo Torre Nilsson, él y su esposa y colaboradora Beatriz Guido crean una culminación de todas las ideas y temas de la trilogía. La Mano En La Trampa sigue siendo el mayor denuncio de los valores sociales de Argentina y, en particular, de la idea de la viveza criolla. La frase describe una forma de vida principalmente en Argentina, pero es habitual en todo el continente. Se refiere al hecho de salir adelante a costo de los demás, un valor conocido como “meter la mano en la trampa”, es decir, el título de la película. El fenómeno nació a principios del siglo XX, cuando se produjo una gran ola de inmigración europea en Argentina. Surgió una ruptura entre los antiguos y los nuevos habitantes y la viveza criolla apareció como una reacción de los criollos establecidos contra los trepadores de esta nueva horda de inmigrantes. Un vivo criollo es alguien astuto y egoísta cuya ansiedad económica y deseo por el poder provoca la degradación de los valores de la sociedad.

La Mano En La Trampa

Con los característicos planos claustrofóbicos y el realismo imbuido de terror de Torre Nilsson, la película examina los distintos brazos de la viveza criolla. Durante gran parte de la película, las mujeres representan a los inmigrantes europeos y los hombres a los criollos elitistas. En esta comunidad en las afueras de Buenos Aires, las peores partes del carácter colectivo de Argentina afloran. Aunque Laura viene de un internado católico, es mucho más moderna que su madre y su tía. Cuando Laura las encuentra al comienzo de sus vacaciones, las mujeres parecen estar presas en su propia casa. Aunque vivan en una mansión, trabajan todo el día cosiendo y confeccionando. Incluso su madre comenta que la única forma en que Laura pudo entretenerse el año pasado fue operándose de la garganta, provocando que nuestra heroína moderna comente sarcásticamente que tal vez este año pueda romperse el brazo.

Laura está decidida a encontrar un destino diferente al de las otras mujeres de su familia y este verano tiene una misión con la que espera conseguirlo. Al descubrir quién es el misterioso huésped de su ático, el pasado dejará de influir a su presente. Como en las otras películas de la trilogía, este misterio también se entrelaza con el del sexo. Cuando su novio Miguel se inquieta al hablar de fantasmas, Laura dice: “los fantasmas deben ser eliminados, y esta noche has perdido la oportunidad de matar a uno”. Por desgracia, este misterio no crea un futuro de pasión y libertad, sino que desvela un pasado familiar marcado por la violencia de género.

Susan Martín-Márquez cree que la película establece un paralelismo “entre el encierro de las mujeres… y el ‘amurallamiento’ tanto de la clase trabajadora (en las numerosas escenas en las que Miguel se sitúa deliberadamente fuera de las verjas metálicas y las vallas metálicas) como de la población nativa de Argentina”. El hombre rico y poderoso involucrado en la búsqueda de Laura, Cristóbal Achával, incluso le dice: “Nuestras viejas familias patricias también tienen sus excentricidades: relaciones con indias, fiebres. Espero que nuestros descendientes no paguen el precio de nuestras faltas”. Por desgracia, las únicas que pagan el precio son las mujeres. 

La Mano En La Trampa

El misterio del desván revela que su tía Inés, quien todos creen que está casada en los Estados Unidos, nunca se fue. Tras un flashback, detalla cómo ella y Cristóbal eran la pareja perfecta hasta que el padre de Laura llegó a casa con su hijo ilegítimo deformado para que las mujeres de la familia lo criaran. Él murió poco después y entonces Cristóbal, repelido por el escándalo, la deja por una virgen. Cuando Inés vuelve a casa, descubre que el niño ha muerto y, después de que las mujeres lo entierren discretamente en la propiedad, decide quedarse en el ático. Inés eligió su encierro y le gusta su mentira. Se siente victoriosa ya que la gente del pueblo sigue hablando de ella y suponen que ella dejó a Cristóbal. Laura lo ve de otra manera. El pueblo se ha olvidado de la verdadera Inés y sólo hablan de su imagen falsa. Como los indígenas que una vez gobernaron la tierra, una narrativa falsa sobre ella eclipsa el horror de su desaparición.

Los métodos del vivo criollo se transforman fácilmente y cambian de un caso a otro. Esta crítica feminista muestra que la estrategia generalizada que se utiliza con las mujeres es la violación, algo que se ha visto en América Latina desde que desembarcó el primer español. Después de que Laura pase mucho tiempo con Cristóbal, intentando convencerle de la existencia de Inés, él la viola y le promete casarse con ella. Esto ocurre después de la confesión de Inés, que insinúa sutilmente el hecho de que ella podría haber sido su madre y Cristóbal, su padre. Es una red enmarañada de mentiras que ahora se ha agarrado a Laura de una manera que ni siquiera Inés puede entender.  Poco después, Cristóbal entra en la habitación de Inés y le da un susto tan grande que se muere. Cuando sus hermanas los descubren, se horrorizan de que no haya respetado su dignidad. Para ellas, mantener la dignidad y la virginidad son lo mismo, así que esto, en sus ojos, es una especie de violación. Una vez más, este acto de violencia atrinchera aún más a estas mujeres. Como hicieron con el hijo bastardo años atrás, entierran discretamente a Inés en la propiedad y esperan que la buena mentira triunfe mientras viven entre los muertos.

Laura, horrorizada, escapa a Buenos Aires con Cristóbal, quien le asegura que olvidará todo su pasado. Pero cuando llega a su nueva casa y se mira en el espejo, lo único que ve es la habitación de su tía Inés y cuando mira hacia atrás ve a Cristóbal desnudándose lentamente de la misma manera que lo había hecho en el primer asalto. Está en un lugar diferente, pero su destino es lo mismo. El ciclo de abusos continúa. Pero, a pesar de todas las comparaciones con el atrapamiento de la clase trabajadora y la población nativa en la sociedad, Torre Nilsson deja claro que hay algunas distinciones clave, principalmente la complicidad. La razón por la que Laura nunca puede olvidar su pasado es por la culpabilidad insoportable con la que todavía lucha por haber llevado a Cristóbal a su tía. Ella, en parte, fue la causa de esta violencia. 

La Mano En La Trampa

Desde el principio de la película se hace cómplice de los sistemas patriarcales y clasistas que dominan en su pueblo. Es evidente en la forma en que trata a su novio trabajador. Lo encadena con la promesa de sexo para que la lleve a pasear en su moto y tire de los hilos del montacargas para que ella pueda ver a su tía. Pasa mucho tiempo con él, pero cuando es importante, se distancia. En la celebración de la fundación del pueblo por parte de los antepasados de Laura y Cristóbal en la plaza del pueblo, donde el alcalde declara: “fue precisamente aquí donde los nobles fundadores tuvieron la audacia de establecer la primera alambrada que significó la civilización en la lucha contra el indio”, Laura se sitúa entre la élite mientras su novio la observa desde las afueras, detrás de una valla. 

No está permitido celebrar esto. Para ella, es un secreto, un novio inicial que mantendrá hasta que pueda enganchar a un hombre más respetable, como Cristóbal. En un mundo dominado por los ideales de la viveza criolla, todos tienen que ser astutos. Es un brazo más de este sistema. Según Torre Nilsson, incluso las víctimas pueden ser cómplices del mantenimiento de un sistema de explotación, sobre todo si se les hace creer que pueden llegar a la cima de este sistema.

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