Escapando del Destino en La Fuga

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Sinopsis

La Fuga (2001) cuenta la historia de varios presos que en el verano de 1928 huyen de la Penitenciaría Nacional de Buenos Aires. Algunos mueren, otros salen en busca de venganza y otros buscan una vida tranquila en el exterior.

A finales de la década de 1990, Eduardo Mignona era un director muy aclamado y solicitado en Argentina y, tras ganar un montón de premios internacionales por sus películas, decidió escribir en 1997 una novela titulada La Fuga, sobre un grupo de delincuentes que escapan de una prisión. Pero cuando llegó el momento de adaptar la historia para la pantalla grande, Mignona se mostró reticente y sólo lo haría con una condición: no sería el único guionista. Para él, no tenía sentido recrear su novela exactamente como la había imaginado un par de años antes. Tenía que haber algo diferente. Gracias a la colaboración de los guionistas Jorge Goldenberg y Graciela Maglie, se rehizo la estructura de la película y su línea temporal, en lugar de ser lineal, saltaba de un lado a otro entre su pasado, el tiempo en la cárcel y la libertad. Este acto no sólo mata al todopoderoso auteur, sino que crea un tipo de película de atracos muy diferente.

La Fuga

Aun así, la película contiene mucho del contexto histórico que hizo tan singular la novela de Mignona. Mignona toma una historia políticamente maleable, la de un grupo de fugitivos de una cárcel, y la utiliza para hablar de lo ineludible del destino, tanto como individuo como nación. No es una casualidad que nuestra historia comienza en una de las décadas más caóticas e importantes de la historia argentina: los años veinte. Bien representado en la narración, el anarquismo estaba ganando popularidad con rebeliones brotando por todo el país, incluida la Patagonia, donde un levantamiento campesino anarquista fue reprimido por el ejército y resultó en la muerte de 1500 personas y el asesinato del general militar Héctor Varela. Aunque los anarquistas tuvieron su cuota de represalias, al final de la década muchos murieron o desaparecieron en la nada, como algunos de los presos anarquistas de La Fuga. 

Esta agitación política estaba destinada a algo mucho peor y los años 30 se conocieron como la década infame gracias a un golpe de Estado, un gran éxodo rural y años de represión política. Los años veinte, aunque violentos, ofrecieron muchas posibilidades, pero acabaron de forma terrible. ¿Estuvo Argentina siempre destinada a seguir este camino? La Fuga plantea esta misma pregunta con su estructura. Estamos constantemente oscilando entre líneas temporales, obligados a luchar con lo que significa ser libre y si ciertos futuros son inevitables. Aunque desde el principio sabemos que todos los miembros de este grupo, excepto uno, consiguen escapar, volvemos una y otra vez a sus experiencias en la cárcel. Por mucho que viajen, nunca están demasiado lejos de la cárcel. 

Para algunos, escapar significa volver al pasado y retomarlo exactamente donde lo dejaron. Este es el caso de «El Pibe», un experto jugador de póquer interpretado por Ricardo Darín. Inmediatamente después de su liberación, vuelve con el jefe que él mismo sabe que le traicionó y reinicia su aventura con su mujer, Tabita. Es casi como si estuviera resignado a su destino. Su nueva libertad no es más que un reflejo de su pasado. Tras decidir hacer un último trabajo para su jefe y timar a un hombre rico jugando al póquer, descubre que ha sido traicionado, no por su jefe, sino por Tabita. Después de engañarle para que juegue hasta que se desmaye, se despierta a trompicones y descubre que estaba jugando contra unos gemelos con energía de sobra. Lo último que ve tras recibir un disparo mortal es a Tabita y a dos hombres que llevan la misma cara y el mismo traje. 

La Fuga

Algunas personas ni siquiera tienen la oportunidad de revivir su pasado, como vemos con El Pampa, uno de los prisioneros que muere durante el intento de fuga, y la anciana que muere de un ataque al corazón después de ver a los prisioneros salir de debajo de la tierra. Sus muertes dejan a sus seres queridos atrapados en el tiempo, incapaces de encontrar su destino en el futuro. El Turco que, según se revela más tarde, mantenía una relación con El Pampa, comienza a vivir con su viuda y a pensar constantemente en formas de deshacerse de su vergüenza y honrarle. Mientras tanto, el viejo viudo transeúnte se obsesiona con esta banda de criminales, además de depender cada vez más de otros para que hagan su trabajo para él. Forzados o no, estos personajes se resignan a renunciar a su futuro. Para ellos, el futuro de Argentina es algo de lo que no formarán parte. 

La banda criminal de Mignona no sólo está formada por personajes que desaparecen en cuanto alcanzan la libertad. Algunos dejan su huella en su búsqueda de la justicia en una tierra cada vez más desgobernada, aunque con distintos fines. Vallejo, el anarquista comprometido del grupo, encuentra su fin en un intento de atentado terrorista fracasado durante la visita del presidente estadounidense Herbert Hoover. Cuando su artefacto detonador falla antes de que pueda alcanzar a Hoover, utiliza su último aliento para advertir a la creciente multitud y sacrificarse. Otro miembro del grupo, Tomás, también desaparece tras buscar justicia personal matando a los hombres que asesinaron a su familia. Sus búsquedas resultan en cierto modo inútiles. Hoover sobrevive y la familia de Tomás sigue muerta. Sin embargo, consiguen algunas pequeñas victorias. Si se contaran en orden cronológico, estas historias podrían parecer más nihilistas de lo que realmente son. Al ir y venir entre el pasado y el presente, estos personajes nunca mueren realmente. Quedan en una especie de limbo, resucitados constantemente en prisión. En efecto, incluso los condenados a las peores muertes o desapariciones nunca mueren realmente.

Para Mignona, todavía hay un modo de escapar intacto. Irala, el narrador de la historia, se ve incapaz de abandonar la carbonería por la que salieron, pero sigue siendo más libre que todos sus compañeros. Movido por la pena, Irala vuelve a la carbonería, y el viejo, aún obsesionado con el crimen que tuvo lugar, no le reconoce. De hecho, lo confunde con un familiar y le da trabajo. En lugar de aprovecharse de este puesto o revelar su identidad de forma dramática, simplemente lo acepta. Vive una vida tranquila pero productiva con este hombre y hereda la tienda a su muerte. 

La Fuga

La última vez que vemos a Irala es en la inauguración del famoso monumento del Obelisco en Buenos Aires, en 1936. Erigido cuatrocientos años después de la fundación de la ciudad, el monumento se alza en el lugar exacto donde se izó por primera vez la bandera argentina en 1812. Cada cara del obelisco representa un momento importante de la historia de la ciudad y del país. Según la versión de Mignona, esta histórica inauguración también fue objeto de vandalismo desde el principio, ya que El Turco la utilizó para conmemorar a su amigo El Pampa y su huida. La única persona de la multitud que entiende este acto vandálico es Irala. En medio de la agitación de todo el país y de la conmemoración de un monumento que llegaría a definir la ciudad, Mignona nos recuerda que nada está escrito en piedra. Algunos hombres pueden escapar al mismo destino que les esperaba en el pasado, otros nunca escapan, y algunos consiguen vivir vidas sencillas pero felices.

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